Escritores: ¿Cuáles eran los libros imprescindibles para Ernest Hemingway?



Imagina que puedes tener una lista de lecturas imprescindibles según uno de los mejore escritores de todos los tiempos. Encontramos esta interesante enumeración en la página número trece de “Retrato de Hemingway”, sugerente y atractivo reportaje biográfico en el que la periodista Lilliam Ross plasmó sus impresiones sobre el padre de “El viejo y el mar”. Lo que empezó siendo un reportaje de crónica social  para The New Yorker acabó siendo una gran novela que añade además del citado reportaje un prólogo de la autora escrito en 1961 (justo después del suicido de Hemingway) y un epílogo firmado en 1999,  cincuenta años después del encuentro entre la periodista y el escritor. 



El nombre de Lilliam Ross está ligado a la historia del floreciente periodismo norteamericano de los años cincuenta. Ella fue una de las plumas más destacas de la revista The New Yorker, publicación en la que comenzó a trabajar en el año 1945. Su estilo se caracterizó por realizar entrevistas y reportajes buscando la máxima objetividad, desapareciendo totalmente del texto y dejando abierta al lector cualquier tipo de opinión o juicio sobre sus personajes centrales. Durante algunos años Lilliam Ross fue corresponsal de The New Yorker en Hollywood, donde siguió de cerca el rodaje de “La roja insignia del valor”, de John Huston. Gracias e ese seguimiento publicó en 1952 La roja insignia del valor. Picture, una obra innovadora  y considerada como el primer reportaje escrito en forma de novela. De este trabajo dirían todo tipo de bondades revistas de la época y personalidades como Chaplin, sobre el que también escribiría un reportaje novelado, Moments whit Chaplin (1982). Uno de los últimos reportajes publicados de Lilliam Ross en The New Yorker fue BEARABLE, en el que relata su larga amistad con el escritor J.D Salinger. Se publicó  en febrero de 2010, apenas una semana después de la muerte del autor de El guardián entre el centeno

Una de las personalidades con las que Lilliam Ross mantuvo una relación más curiosa fue Ernest Hemingway. Se conocieron en las Navidades de 1949, cuando Lilliam se reunió con el escritor y su esposa Mary en un hotel de Nueva York. Ross tenía por aquel entonces 23 años y Hemingway, 50. Ella lo admiraba y él se sentía bien por poder expresarse tal y como era, sin tener que esconder nada. Durante dos días conversaron sobre arte, sobre literatura, sobre toros y sobre un sinfín de temas. Hemingway se mostró como un hombre un tanto grotesco, claro en exceso y hasta cierto punto vulnerable y así fue retratado por Lilliam en un ejercicio de objetividad y sinceridad. 


El reportaje de Lilliam Retrato de Hemingway se publicó a principios de 1950 y obtuvo reacciones encontradas, posiblemente porque aquella visión de un Hemingway rudo, demasiado simple incluso para sus detractores, fue vista como una provocación o una ridiculización del genio, que en aquel momento vivía su época de mayor reconocimiento literario. Por supuesto aquella visión estaba muy lejos de la realidad:  Lilliam Ross era una enamorada de la literatura de Hemingway, de su experiencia como periodista en la Europa de entreguerras, y tras aquella sincera y larga entrevista tanto el escritor como su esposa demostraron gran afecto por Lilliam, con quien se cartearon con frecuencia durante los años siguientes. 

En una de sus conversaciones sobre literatura, la joven Lilliam pidió a Hemingway que le facilitara una lista cuyos libros fueran imprescindibles. Este fue el resultado:

Bola de sebo y La Casa Tellier, de Maupassant
Rojo y Negro, de Stendhal
Las flores del mal, de Baudelaire
En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust
Madame Bovary, de Flaubert
Los Buddenbrook, de Thomas Mann
Taras Bulba, de Gógol
Los hermanos Karamazov, de Dostoievski
Ana Karénina y Guerra y Paz, de Tolstói
Huckleberry Finn, de Mark Twain
Moby Dick, de Melville
La letra escarlata, de Hawthorne
La insignia roja del valor, de Crane
Madame de Mauves, de Henry James

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