"El ruido del tiempo", de Julian Barnes

Ilustración de Setanta

El argumento de este libro no podría empezar mejor. Principios del año 1936. Iósif Stalin, por entonces ya autócrata de Todas las Rusias y príncipe de los Años del Terror, asiste en Moscú a una representación de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk. Dimitri Shostakóvich, su autor, había obtenido notable éxito y este trabajo, estrenado dos años antes, tenía el favor de público y crítica. Sin embargo, dos días después, el Pravda, el diario oficial del Partido Comunista ruso, publica una dura crónica en la que acusa a  Shostakóvich de esnobista, antipopular y decadente. Su obra es descrita como "pornofonía" y con esta calificación comienza el desprestigio, la prohibición y la caída en desgracia del autor. Él mismo llega a pensar que será desterrado a Siberia e incluso condenado a muerte. Una maleta raída con algunos enseres se convierte en su compañera de día y de noche. Y aún así, el momento no llega. Dimitri Shostakóvich todavía no sabe lo que el régimen tiene pensado para él. 




Sin embargo, ninguna de esas sentencias se produce. A cambio, el régimen decide utilizar a Shostakóvich, posiblemente uno de los mejores compositores rusos del siglo XX, como una auténtica marioneta sin ningún tipo de autoridad: compone música heroica y patriótica durante la Segunda Guerra Mundial y el régimen comunista lo envía como uno de sus representantes al Congreso Cultural y Científico por la Paz Mundial en Nueva York en los años 50. En todos los casos, el artista repite un discurso que se le dicta desde arriba. Y no sólo eso: en su lucha por la supervivencia física y mental debe negar a amigos y conocidos.

“El ruido del tiempo” no es una biografía de  Dimitri Shostakóvich. Esta novela corta e intensa es una invitación a reflexionar sobre cuánto vale salvar el pellejo en una época oscura e incierta, sobre el miedo, la culpa y la dificultad de comportarse con honestidad en tiempos de barbarie. El arte y los artistas nunca lo tienen fácil especialmente cuando son populares y tienen calado en la sociedad. 

Aún así, la vida de  Dimitri Shostakóvich dio un giro inesperado y, en los años 60, se vinculó oficialmente al Partido Comunista, algo que había conseguido evitar durante décadas. Curiosamente, esta época coincide también con sus composiciones más oscuras e introspectivas, como si el genio se hubiera rendido antes de tiempo.

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