"Resort", de Juan Carlos Márquez



Unas apacibles (y aburridas) vacaciones familiares en un todo incluido a orillas del Mediterráneo son el punto de partida de “Resort”, de Juan Carlos Márquez (Salto de Página, 2017). Sin embargo, la desaparición de un niño alemán en el hotel cambia las vidas de los residentes, que quedan retenidos en sus instalaciones en busca del pequeño a quien nadie parece haber visto y a quien nadie recuerda. La trama se articula precisamente alrededor de las rutinas de estos clientes que, pese a lo grave de la situación y estar “encerrados”,  apenas cambian sustancialmente sus planes: piscina, actividades para niños con jóvenes monitoras que captan la atención de los padres, buffet libre, familias numerosas y ruidosas como elefantes en una cacharrería, siestas con sexo y calor, … prácticamente todo sigue igual pese al  desconcierto inicial y a la presencia de policías (algunos de incógnito) que comienzan a mezclarse con los huéspedes del hotel



Lo mejor de “Resort” de Juan Carlos Márquez es la agilidad de lectura y las reflexiones que nos deja a lo largo del camino: ni siquiera en vacaciones, el periodo más feliz y apacible del año (en teoría), somos  capaces de relajarnos, de ser solidarios, de empatizar con el otro. El egoísmo aflora en cualquier situación, incluso en ésta, en la que seguimos juzgando constantemente a los demás en una competición que parece infinita. Ir de vacaciones parece más una obligación social que una opción, la obligación de ser feliz, de sentirse feliz y de mostrarse feliz y privilegiado por ello. Y luego está toda la crítica mordaz que el libro ofrece este tipo de establecimiento, masificados en temporada alta y copados de turistas extranjeros que los visitan a precio de saldo. La felicidad, a ellos, parece salirles muy barata. 

La atmósfera de “Resort” es peculiar. Los personajes no tienen nombre, son anónimos a los que nosotros también espiamos durante unos días. Podrías ser tú, podría ser yo, y podríamos ser prácticamente todos, porque todos conocemos con mayor o menor profundidad estos negocios; todos hemos conocido a esos padres sobreprotectores y a esas monitoras infantiles que parecen contratadas para seducir a los adultos; tampoco nos extrañan las peleas por las tumbonas de la piscina ni hemos reparado en miradas acusadoras a esos niños que corretean por el restaurante mientras sus padres apuran toda la cerveza de barra libre, libres ellos también de la carga diaria que suponen sus cansinos vástagos, al grito de “Aquí todos hemos venido a descansar”. 

Los protagonistas no tienen nombre porque son intercambiables, porque un resort como el que describe Juan Carlos Márquez da precisamente para eso, para albergar a clientes que van y vienen sin cesar. No se repara en sus caras, no se repara en sus gustos, son los números que calientan la temporada estival en la costa. Y precisamente es ese anonimato lo que hace difícil que una persona (en este caso un niño) puede esfumarse como si nada, como si nunca hubiera existido. Al año siguiente, nuevos turistas sin rostros volverán a llenar la piscina, a jugar a la petanca, a degustar comida de dudosa calidad y a vapulear la sangría…sin fantasmas en a la vista. Como si no hubiera pasado nada. 



Otros libros del autor en este blog: Leer reseña de "Los últimos"

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